“Él se lo pierde” me dijeron por años ante cada lágrima que derramé por él. Cada ausencia, cada logro donde mis ojos lo buscaron sin éxito en cada rincón.
“Él se lo pierde” le dijeron a mi madre. Mientras enloquecía e intentaba rearmarse, sin lograrlo. Mientras dos manos no le alcanzaban para sostener tanta soledad.
Mientras intentaba desaparecer ella también. “Él se lo pierde” nos dijeron.
Y nos mintieron. Él no se perdió nada.
Él viajó.
Él amó.
Él construyó una nueva vida.
Él disfrutó.
Él vivió la vida que quiso.
Fue feliz.
Fue feliz a costa de nuestras noches de insomnio. De terror. De pánico.
A costa de que pasemos hambre. De que nos falte todo.